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Interciencia

versión impresa ISSN 0378-1844

INCI v.33 n.11 Caracas nov. 2008

 

La difusión del conocimiento

La importancia de diseminar el conocimiento científico y tecnológico se hace cada vez mayor. La apropiación de ese conocimiento por parte de la sociedad es una necesidad obvia para la población en general, pero resulta mucho más obvia y natural para quienes se dedican de forma profesional a la investigación, la enseñanza y la comunicación en las diversas áreas de la ciencia y la tecnología.

Son cada vez más numerosos los aspectos en los cuales la sociedad acciona con base en las nociones que tiene en ese momento acerca de un determinado fenómeno, producto o hecho. Las opiniones sobre la conveniencia o no de adoptar una conducta, de aceptar o no un cierto tipo de pautas o reglas, de procedimientos y hasta de ropas o alimentos, influyen poderosamente en muy numerosas y variadas materias de interés común, determinando la orientación de la participación ciudadana. Tales opiniones modulan de manera decisiva tanto la estrategia de legisladores y grupos de interés que buscan la sanción de medidas legislativas como la estrategia de los productores y comercializadores de bienes. Los políticos en busca de apoyo las estudian y hacen uso de ellas.

El concepto actual de ciudadanía implica, además de la participación, la capacitación para la toma de decisiones. La capacidad para arribar de manera racional a decisiones acerca de asuntos personales o comunitarios requiere manejar toda la información disponible en el momento adecuado.

Es responsabilidad de toda la sociedad, pero más aun de los comunicadores sociales como difusores del conocimiento, de los docentes como formadores de conocedores, y de los investigadores, como creadores del conocimiento, asegurar que la información necesaria, suficiente y correcta llegue a la mayor cantidad posible de ciudadanos. Se trata de una responsabilidad compartida, consciente de que los saberes no habrán llegado a su destino último mientras no sean apropiados por la sociedad, y las sociedades que a lo largo del tiempo han generado y acumulado saberes han de hacerlos conocer de todos, sin distinciones.

Llamar la atención acerca de este último aspecto, la difusión de los saberes tradicionales, es de particular importancia en los momentos actuales, dada la marginalidad en la cual han estado sumidos por largo tiempo sectores menos favorecidos o culturalmente diferentes del grueso de la sociedad. Tal es el caso de muchos de los pobladores indígenas de nuestro continente, quienes por siglos han vivido en armonía con la naturaleza y aprendido de ella.

Cierto es que la educación adquirida, la formación y la capacidad de cada persona determina sus posibilidades de comprensión y manejo de información. Tales posibilidades pueden cubrir una gama extensa, pero la disponibilidad de la información ha de estar al alcance de todos, sobre todo en los tiempos actuales, cuando la información y los contenidos en medios electrónicos ya predominan sobre los de medios impresos. Para alcanzar una cobertura suficiente es necesario, pero no suficiente, alfabetizar y educar. También hay que hacer fácilmente accesible el conocimiento.

La cobertura por parte de la prensa escrita, radial o televisiva es de gran alcance, pero es fugaz y sus públicos tienden a estar divididos por sectores de la población. Por otra parte, de estar ampliamente disponibles, los centros de información electrónica y la comunicación presencial en exposiciones y museos, sean éstos estables o ambulantes, hacen factible hacer llegar la información a grandes masas, permitir que su profundidad sea modulada por el usuario y favorecer el aprendizaje interactivo de personas de todas las edades por igual.

Una buena parte de la acción de los organismos educativos y de fomento científico y tecnológico debería estar encaminada a cubrir la necesidad de diseminar en toda la población el conocimiento disponible, a través de programas tanto de formación como de información de largo alcance.

Miguel Laufer, Director